¿Qué es la infidelidad según la psicología?
En primer lugar, ¿podemos explicar qué es y qué no es una infidelidad?
La palabra infidelidad viene del término latino infidelitas, que hace referencia a la falta de fidelidad con respecto a algo o a alguien.
En el contexto de las relaciones amorosas, una infidelidad se considera que ocurre cuando en una relación entre dos personas, una de ellas (o ambas) comparte de forma esporádica o por un periodo determinado alguna de las muestras afectivo-sexuales que, de manera habitual, mantiene exclusivamente con su pareja (besos, caricias, actividad sexual, etc.)
En el caso de las relaciones de pareja con un estilo de compromiso más laxo (comúnmente conocidas como “abiertas”), este tipo de conductas no tendría por qué considerarse necesariamente una infidelidad, aunque como abordaremos ahora, qué se considera y qué no se considera una infidelidad depende siempre de la vivencia de la pareja.
Así pues, ¿cuándo habla una pareja de que ha habido una infidelidad entre sus miembros?
La infidelidad se reconoce en una pareja porque genera el quebramiento de una multitud de pilares existentes entre ambos. Una infidelidad no necesariamente implica la separación o ruptura de la pareja, ya que un gran número de relaciones decide trabajar con ayuda psicológica para tratar de superar las dificultades derivadas de la infidelidad. No obstante, algunos elementos fundamentales para el adecuado funcionamiento de la relación como la confianza, la intimidad, el compromiso, la seguridad, la no-necesidad de controlar, la pasión, etc., se van a ver notablemente perjudicados.
Veámoslo sobre el triángulo del amor del psicólogo Robert Sternberg:
Según las postulaciones de este psicólogo estadounidense, el amor completo se caracteriza por estar compuesto de tres elementos esenciales: intimidad (deseo de compartir vivencias, de fortalecer el vínculo, de disfrutar del tiempo juntos, de expresar cariño hacia la otra persona, etc.), pasión (el componente que se relaciona con las necesidades afectivo-sexuales, la excitación psicológica ligada al deseo sexual en relación con el compañero afectivo, junto con la búsqueda de unión física y emocional) y compromiso (la voluntad de mantener y cuidar la relación con el paso del tiempo, el esfuerzo por mantenerse unidos a pesar de las dificultades que puedan surgir).
Cuando ocurre una infidelidad en la relación, la pérdida de confianza y del deseo inicial de compartir experiencias con la otra persona afectan directamente al componente de intimidad, mientras que los sentimientos de “traición”, la “decepción” y el miedo a que pueda volver a ocurrir se dirigen sobre todo hacia la pasión y el compromiso.
¿Puede superarse una infidelidad?
Antes de responder a esta pregunta, debemos hacernos otra: ¿por qué se produce una infidelidad?
Una infidelidad ocurre siempre como un síntoma de que la pareja de origen no está atravesando un buen momento (esencialmente, en relación con uno o varios de los componentes ya mencionados), por lo que la tercera persona se convierte en una señal de que la relación está abocada al fracaso o bien, que algunos cambios son necesarios para retomar un funcionamiento relacional saludable y adecuado para ambos.
Las infidelidades pueden ocurrir en pleno uso de facultades mentales o con atenuantes como drogas o alcohol. En cualquier debemos preguntarnos, ¿qué función tiene? ¿De qué nos avisa esta infidelidad?
La persona que comete la infidelidad puede o no ser consciente en ese momento de que hay cosas de su relación que hacen sufrir a los dos miembros, por eso desde el apoyo psicológico es importante explorar cómo es la relación hasta el momento de la infidelidad, qué aspectos se destacan como favorables y cuáles como desfavorables.
La persona que vive la infidelidad también necesita comprender por qué se ha producido ésta. Sentimientos como culpabilidad, rabia, impotencia y decepción son muy frecuentes en la parte que recibe el impacto de la infidelidad, y a menudo consideran que la balanza entre lo que han ofrecido y recibido de su pareja (una parte de la intimidad) se ha estrellado estrepitosamente en su contra.
Entendiendo que el proceso requiere de tiempo y esfuerzo por ambas partes, la buena noticia es que sí, podemos superar una infidelidad y retomar nuestra vida de pareja de forma saludable, tomando lo ocurrido como una experiencia de aprendizaje para ambos.
¿Qué necesitamos y qué no necesitamos?
Ante todo, infinito cuidado con ambas partes de la pareja. Si siempre es importante andar un paso por detrás del paciente, en una pareja que trata de superar una infidelidad es fundamental.
Como psicólogos, tenemos que comprender que el proceso es extremadamente doloroso y complejo, por lo que aparecerá una gran cantidad de altibajos que podremos ir trabajando en las diferentes sesiones con la pareja.
La sensación global para la pareja es que su relación tal y como la conocían ya no existe, por lo que deben reconstruirla de cero. Esto implica un duelo relacionado con el “enterrar” muchas de las cosas de su relación hasta ese punto, y un esfuerzo por establecer qué cosas desean y no desean que estén presentes en la relación que van a construir juntos a partir de entonces.
Sin presionar, nos encargamos de hacer de apoyo y sostén para las dificultades que van surgiendo, y también como reforzadores de las actividades que les ayudan en su avance como relación.
¿Cómo trabaja un psicólogo con una pareja en estos casos?
La pareja atravesará diferentes fases desde el inicio del proceso terapéutico:
1ª fase, que llamaremos “impacto”: los altibajos emocionales serán más notables, debido a que la intensidad emocional del “shock” inicial es mucho más fuerte que al final del proceso. Encontramos reproches, ataques al otro, culpabilización, desconfianza y propensión al abandono del proceso (retirada, rendición).
En esta fase debemos ser capaces de sostener los diferentes conflictos que aparecen y acompañar a la pareja en su objetivo. Si su deseo es continuar juntos, debemos ser capaces de explorar qué aspectos les mantienen unidos como pareja, qué pueden valorar del otro, qué necesitan del otro en ese momento, qué son capaces de hacer juntos.
Progresivamente, habiendo aceptado y validado las emociones y problemas que surgen en las sesiones, es importante que analicemos qué función cumplen los ataques de rabia, los reproches o faltas de respeto que puedan aparecer. Debemos tratar de hacer comprender a las dos partes que, si su voluntad es mantenerse juntos, este tipo de comportamientos no les ayuda en el proceso, sino que les lleva a distanciarse más de lo que ya puedan estar.
Tratemos entonces de dar la vuelta al reproche y buscar la necesidad subyacente. Esto nos puede ayudar mucho en esta primera fase.
2º fase, que llamaremos “reconstrucción”: algunas de las emociones más intensas (como la rabia o la tristeza) siguen estando presentes, pero han perdido parte de su intensidad. La pareja se encuentra más motivada para compartir actividades juntos, buscan comprender las necesidades del otro e, incluso, podemos encontrar una predisposición a re-experimentar su vida sexual. Los conflictos con relación a lo ocurrido siguen estando presentes, siendo la diferencia esencial la disposición de la pareja a abordarlos.
En esta fase es importante que trabajemos la aceptación de lo sucedido y cómo les lleva al punto actual. Una vez superada la aceptación, es importante que trabajemos la capacidad de perdonar lo ocurrido.
Perdonar lo sucedido, al margen de una perspectiva ética o religiosa, tiene que ver con la capacidad de disculpar el error de la otra persona, aceptar su arrepentimiento y, todavía más importante, poder confiar en que la falta cometida no se repetirá.
Este proceso puede llevar cierto tiempo y, por ese motivo, es importante que no tengamos prisa y nos dediquemos a acompañarles en esa evolución. Si sostenemos esta fase de forma sólida y estable, contribuiremos a que lo que ambos construyan también pueda verse de esta forma.
3º fase, que llamaremos “alianza”: ambas partes de la pareja han aceptado lo ocurrido y lo asumen como algo que les ha ayudado a crear una relación mejor. Nos gustado poner el ejemplo del kintsugi, un arte japonés que consiste en reparar fracturas en materiales como la cerámica con oro, plata u otros metales bajo la perspectiva de que las roturas de los objetos son parte de su historia y no deben esconderse, sino que deben incorporarse a su estructura de forma que sirvan para hacer el objeto más bello y esto permita mostrar su evolución y su historia.
Así pues, la relación llegada a este punto es capaz de afrontar los conflictos que surgen entre ambos y abordarlos de una forma más saludable. Son capaces de verse como un equipo en lugar de como rivales o enemigos y, por tanto, han recuperado de forma sólida el componente de compromiso.
En ocasiones pueden aparecer sentimientos de duda o inseguridad en relación con el otro, pero también han desarrollado la capacidad de ponerlo en el campo para que el otro pueda saber cómo se siente su pareja en el momento presente y qué pueden hacer para trabajar las dificultades que surgen.
En esencia, el esfuerzo volcado durante todo el proceso terapéutico les ha ayudado a reconstruir la confianza en el otro, la seguridad y la voluntad de seguir compartiendo experiencias juntos.
Nuestra labor como psicólogos en esta fase es ayudar a la pareja a que pueda terminar de definir qué es lo que necesitan ser juntos y cómo pueden llegar hasta ello.
También debemos asegurarnos de que comprenden que los conflictos y problemas de pareja pueden aparecer en cualquier momento, pero que no deben verse como un peligro para la relación, sino como una oportunidad para seguir construyendo.